PABLO VAL – COMUNICACIÓN FBCyL
Llevaba mucho tiempo dándole vueltas a este tema, pero unos acontecimientos ocurridos en mi ciudad, Salamanca, hace un par de fines de semana, han hecho que finalmente me haya decidido.
Me encuentro con la noticia de que un delegado de un equipo de fútbol de categoría benjamín ha agredido a un árbitro. Pero no acaba ahí la cosa, ese mismo fin de semana un padre de un jugador pre-benjamín intentó agredir a otro árbitro, porque al parecer no había pitado un fuera de juego.

Por suerte, en el baloncesto, no es tan habitual este tipo de conductas, al menos en cuanto a agresiones físicas, aunque sí que es cierto que cada vez hay más agresiones verbales. Por mi labor dentro del Comité Territorial de Árbitros de la FBCyL, acudo a lo largo de la temporada a numerosos campeonatos y torneos, y observo cómo año tras año se han incrementado estas situaciones. Además no sé si es casualidad o no, pero este tipo de actitudes se están multiplicando en categorías de iniciación como benjamines, alevines e infantiles.

Desde mi punto de vista, este es uno de los mayores problemas que existen en el deporte base, no sólo en el baloncesto, y no sólo afecta al estamento arbitral por ser el que normalmente recibe estas agresiones tanto físicas como verbales, sino también al resto, federaciones, clubes, entrenadores y jugadores. No nos engañemos, el padre/madre que tiene este tipo de actitudes con el árbitro, es el mismo que en un momento dado se va a convertir en el “entrenador” de su hijo, dándole instrucciones contrarias a las que recibe del entrenador, y que si no está conforme con éste, también le criticará e incluso insultará.
Creo que es un trabajo de todos los estamentos del baloncesto intentar reconducir esta situación. No hay que olvidar que estamos hablando de categorías de formación, tanto a nivel de jugadores, como de árbitros, donde lo que debe primar es eso, la formación, ya no sólo a nivel deportivo sino también a nivel personal. Flaco favor estamos haciendo al baloncesto base si entre todos no somos capaces de revertir esta situación.
Pablo Val
Técnico del Comité Territorial de Árbitros de la FBCyL
Mal arreglo tiene este asunto. En la sociedad en que vivimos, los niños no salen solos a la calle a jugar y alrededor de cada partido hay un regimiento de padres animando, opinando etc, y de todos es sabido que los padres no somos objetivos con nuestros hijos. Cuando los niños puedan desenvolverse solos, como hacíamos antes, habremos dado un gran paso.
ResponderEliminarPablo,
ResponderEliminarTe invito a atender a la experiencia de la red SES y su sello de garantía ética (Promovido por la Fundació Itinerarium) que distingue a entidades, clubs y federaciones deportivas dedicadas a la formación infantil y juvenil, por su compromiso y práctica probada en el fomento de valores éticos.
Sin duda, como sugieres en tu artículo, urge la creación de una cultura ética que implique a todos los agentes que forman parte de la formación deportiva de los chicos y chicas.
En la página web encontrarás documentación interesante al respecto: www.ses-sports.org y un formulario de contacto por si te interesa conocer más detalles.
Cordialmente,
Ramiro T.
Es una pena que ocurran estas cosas, la verdad. Yo una vez tuve que suspender una final benjamín por estos motivos que tú cuentas y por desgracia, de todos los partidos que arbitre es el que mejor recuerdo. Me parece lamentable en lo que se está convirtiendo el deporte de base.
ResponderEliminarAna García
Es un tema que es difícil de controlar, creo yo, ya que es en el seno de la familia donde este tipo de cosas tendrían que cortarse. Esos padres, tan críticos con todos menos con sus propios hijos, han sido educados de esa manera, manera que además se perpetúa, ya los niños vana a tender a imitar esas actitudes paternas...aunque no todos, ya que como me pasó hace poco, el hijo se avergüenza del padre y le manda callar. Es una pena que en categorías inferiores vayas a arbitrar y te encuentres con estos energúmenos, que no hace sino flaco favor a los entrenadores, árbitros y jugadores, que al fin y al cabo, son los que pagan las consecuencias de la mala educación de algunos padres, ya que éstos pueden heredarla.
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